domingo, 4 de junio de 2017

Soberanistas desconectando de la realidad

Donald Trump utilizó por lo menos tres veces la palabra "soberanía" en el lamentable discurso con el que anunció la retirada de los Estados Unidos de los acuerdos de París sobre cambio climático. Lo peor del discurso sin embargo no fue lo que dijo (una larga lista de mentiras y datos manipulados que echan por la borda los esfuerzos de todos los profesores del mundo por enseñar economía a su alumnado). Lo peor fue el tono que utilizó, un tono de desdén hacia el resto de la humanidad, un tono de menosprecio hacia otros países, especialmente algunos en vías de desarrollo, un tono de antipatía hacia la ciencia y el saber acumulado. Lo importante para Trump era tratar de imponer su narrativa preferida, la narrativa de un nosotros contra un ellos (los malos), no muy distinto de la narrativa frecuente en sociedades dominadas por el odio nacionalista, que ojalá pudiéramos pensar que se limitan al Este de Europa, como se desprende del inolvidable libro El Danubio, de Claudio Magris, o como se desprende de acercarnos a realidades dominadas por el discurso etnocrático, como sigue ocurriendo en la antigua Yugoslavia, o en la antigua Unión Soviética (como nos explica hoy John Carlin en El País Semanal). Lo importante para Trump es imponer la idea de que "nosotros solos" estaremos mejor que nunca. La realidad es otra: la realidad es que formamos parte de una comunidad global que tiene un reto común, llamado cambio climático, que puede alterar la vida humana en nuestro planeta tal como la hemos conocido hasta ahora, que puede convertir en inhabitables  partes enteras del territorio terrestre y producir movimientos masivos de población que desestabilicen política y económicamente nuestras comunidades, incluyendo a los Estados Unidos. El caso de Trump es un caso extremo, el más grave, de negación de la evidencia. Por suerte, la realidad puede que sea más fuerte que él, porque las instituciones de su país son tales que gracias a la división de poderes y la democracia federal, las alcaldías de las grandes ciudades, los estados y las grandes empresas se están organizando para mantener los compromisos estadounidenses en el acuerdo de París.  En otros contextos políticos dominados por el discurso anticuado de la soberanía nacional, es imperativo para los patriotas del populismo mantener a la realidad bien alejada de sus análisis. Por ejemplo, hoy el escritor izquierdista Will Hutton explica en The Observer cómo los conservadores británicos están perpetrando un daño inmenso a su propio país al ocultar los costes reales del tipo de Brexit que están tramando, y cómo los laboristas de Corbyn no hacen lo suficiente para criticarlo. Más cerca de quien escribe esto, portavoces del independentismo catalán cuyo protagonismo no se justifica por sus credenciales profesionales acusan, a quienes les recuerdan la realidad jurídica, de "hacer el mal" o de "hacer daño" según cómo se traduzca del catalán. Efectivamente, el jurista Xavier Arbós recordó en un conversación con Federalistes d'Esquerres y en un artículo en La Vanguardia, una serie de aspectos de la realidad que también han sido expuestos con frialdad jurídica por la Comisión del Consejo de Europa sobre la Democracia a través del Derecho (o Comisión de Venecia), pero a la periodista hipermediática Pilar Rahola le ha parecido que recordar la realidad era hacer el mal o hacer daño. Y añadía esta señora que Xavier Arbós, catedrático de derecho constitucional de la Universidad de Barcelona y persona con una amplia experiencia internacional, no tenía el nivel de un jurista independentista como Carles Viver i Pi-Sunyer, artífice de algunos de los documentos jurídicos del proceso independentista, al parecer no todos conocidos públicamente. Con todo respeto por la categoría profesional de este jurista, no parece que las palabras de Rahola se vean confirmadas por el balance que hasta ahora se pueda hacer del impacto sobre la realidad de los planes jurídicos del señor Viver i Pi-Sunyer o de su capacidad para convencer a sus pares a nivel internacional. La realidad es dura, deben pensar que es mejor desconectar de ella.

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