viernes, 18 de noviembre de 2016

La teoría de juegos en el comentario político

Como estos días en grupos distintos he tenido que enseñar conceptos básicos de teoría de juegos, no puedo evitar preguntarme qué importancia tiene que los términos se usen a menudo sin el rigor necesario. Quizás no tenga mucha importancia, y lo interesante sea sencillamente indicar que en la política (o el deporte) la mayoría de problemas son de interacción, con lo que, más allá de los detalles, hay que darse cuenta de que el resultado final no depende sólo de los que uno hace, sino también de lo que hacen los demás. Lo básico puede entenderse con juegos de dos jugadores y dos estrategias para cada jugador. Estos juegos pueden tener elementos de interés común y de rivalidad, o pueden ser puramente de rivalidad (juegos de suma cero, como los penaltis en el fútbol). Uno no elige si el juego es de suma cero o no, sino que cada interacción lo es o no. Uno tampoco elige si el juego alcanza o no un equilibrio de Nash (una combinación de estrategias donde cada uno hace lo mejor para él dado lo que hace el otro), sino que uno elige una estrategia, y el equilibrio resultante depende de lo que decida el otro también. Si hay una estrategia dominante (como en el famoso dilema del prisionero), la elección individualmente racional es clara: aquella que nos permite alcanzar un resultado mejor para el jugador independientemente de la elección del otro. Si hay un equilibrio en estrategias dominantes automáticamente es un equilibrio de Nash (por ejemplo, en el dilema del prisionero), pero no al revés. Un equilibrio de Nash puede ser lo mejor para los jugadores como colectivo, como grupo: entonces el equilibrio es eficiente en el sentido de Pareto. Pero no podemos hablar de "equilibrio de Pareto" como si fuera otra noción de equilibrio como el equilibrio de Nash. La eficiencia en el sentido de Pareto es un criterio para evaluar si el equilibrio que se alcanza es deseable para los jugadores como grupo. Hay juegos que tienen varios equilibrios posibles, y puede que uno de ellos sea eficiente, pero no los otros o el otro. También cuando hay un sólo equilibrio, puede que éste no sea eficiente en el sentido de Pareto (como en el dilema del prisionero). La interacción entre el PSC y el PSOE es claramente un juego de suma positiva (como demuestra la historia de los últimos casi 40 años) donde corremos el riesgo de descender a un equilibrio no paretiano. En realidad, hoy día creo que el equilibrio paretiano posible (es decir, el que ofrece lo mejor para ambos partidos y sobre todo para sus potenciales electores) no se llama ni PSC ni PSOE, sino PSE (Partido Socialista Europeo). El problema es que todo esto es más que un juego.

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