sábado, 19 de abril de 2014

Federalismo democrático en España y Europa (lo que realmente ocurrió en 2034)

De nuestros corresponsales en Bruselas, Madrid y Barcelona (enero de 2035).
El sugerente y bien documentado libro de Luis Garicano “El dilema de España” (mucho mejor que el de César Molinas, que había salido poco antes con un propósito parecido de regenerar España) publicado en 2014 finalizaba con dos escenarios posibles: en 2034 España se había convertido en un país parecido a la Venezuela de 2014, o en 2034 España se había convertido en un país parecido a la Dinamarca de 2014. El libro, que recibió comentarios parcialmente críticos como los de Diego Beas y de Toni Roldán, en realidad expresaba la deseabilidad de que España se pareciera lo más posible a los países del norte de Europa, y el autor utilizaba varias veces, incluyendo estos escenarios finales, el ejemplo concreto de Dinamarca. La principal contradicción del libro era que la admiración por el norte de Europa corría paralela a la recomendación de que en España se redujera “de forma sustancial” el tamaño del estado, que de éste hubiera “menos pero mejor”, aunque estas recomendaciones nunca terminaban de desarrollarse en el libro. Sin duda, para parecernos a Dinamarca, el estado debería haber funcionado mucho mejor en sus distintos niveles, pero una de las características precisamente de Dinamarca era y es que se trataba y se trata todavía del primer país de Europa en cuanto a tamaño del estado. En realidad, aunque Garicano lo consiguió, es difícil referirse al modelo nórdico sin hablar de la socialdemocracia.  El enorme peso del estado en países como Dinamarca se puede comprobar tanto si lo medimos en gasto público sobre PIB como en ingresos públicos sobre PIB (ambos por encima del 50% en la década anterior al libro de Garicano), utilizando datos de Eurostat. En un primer gráfico podemos ver las diferencias en gasto público entre España y Dinamarca.

Y en un segundo gráfico podemos ver las diferencias, todavía mayores, en ingresos públicos entre estos dos mismos países.

Hoy sabemos que, tal como pronosticó Garicano en el escenario favorable, en España hubo un gobierno de gran coalición por un breve pero crucial perído de tiempo, aunque éste llegó en 2015 y no en 2014, y estuvo presidido por el socialista Ramón Jáuregui, un valor seguro que combinaba experiencia y prestigio, cuya candidatura fue la más votada en las elecciones generales, aunque quedando muy lejos de la mayoría absoluta. Siendo un país grande y diverso, y formando parte España de la zona euro y del sur de Europa, hoy sabemos que la trayectoria de nuestro país difícilmente podía parecerse a la de países con características tan distintas a las nuestras como Venezuela o Dinamarca. Sin embargo, el gobierno de Jáuregui y los gobiernos posteriores, aunque con grandes dificultades, sí han seguido algunos de los sabios consejos de Garicano, como aquellos que se refieren a la reforma del subsidio de desempleo, la defensa de la competencia, la reforma de la justicia o las referidas a la supresión de las diputaciones y la reducción del personal colocado en las administraciones. La acción colectiva, el azar y la evolución adaptativa de los distintos agentes en condiciones de racionalidad limitada, más que el diseño de los consejos de expertos, nos han permitido avanzar hacia mejor, no sin grandes dificultades y nunca de forma lineal. Respecto a otras propuestas que hizo Garicano, hubo que esperar algunos años, porque en 2015 no había tanta gente preparada en España como para llenar todas las agencias independientes que quería crear el autor de “El dilema de España” de personal de primera calidad para que esas agencias no fueran una pantomima. Otras propuestas, como la del contrato único, finalmente pudieron aplicarse porque fueron complementadas con otras medidas que el autor no había tenido en cuenta, pero que se inspiraban precisamente en países admirados por Garicano, como Alemania y Dinamarca. Efectivamente, los sindicatos (que han seguido siendo una parte muy importante de nuestro marco institucional tras un profundo proceso de modernización, como en el norte de Europa) han aceptado el contrato único, junto con la opinión pública, cuando en España se ha puesto en marcha un sistema fiscal moderno, combatiendo a fondo el fraude fiscal y con unos impuestos elevados, y un sistema de participación de los trabajadores en la gestión de la empresa. De esta forma los trabajadores aceptaban mayor flexibilidad a cambio de mayor seguridad y una sociedad más justa, tras los aumentos en las desigualdades que se habían producido en España en los años de crisis, de los que Garicano no se hizo eco.
Gracias al esfuerzo de economistas como Garicano, intelectuales y muchos ciudadanos, España dejó atrás el riesgo del populismo. Es hoy un país firmemente asentado en la zona euro, la cual, como no podía ser de otro modo, ha dado pasos decididos hacía una completa unión política (algo que a Garicano le parecía poco realista e innecesario), y por lo tanto fiscal y bancaria. Esta unión política no era sólo un deseo de los funcionarios de Bruselas, como decía Garicano, sino un sueño de la primera mitad del siglo XX que tuvieron personalidades demócratas, liberales y progresistas como el británico Robbins, o los italianos Spinelli  y Einaudi entre muchos otros, y que después recogieron personalidades de distintas ideologías como Jacques Delors, Jurgen Habermas, Felipe González o Daniel Cohn-Bendit. Un sueño de paz después de siglos de rivalidades y enfrentamientos nacionales, y un sueño de prosperidad basado en un mercado común gobernado por instituciones democráticas. Es la idea de economistas como Rodrik, Bowles o Aoki: los mercados de gran alcance solo son estables cuando están acompañados por instituciones que facilitan el intercambio y permiten combinar equilibradamente eficiencia y equidad. Cuando el sueño europeo se formuló a mediados del siglo XX, muchos creyeron que era muy poco realista que algún día fuera a existir un mercado común, una frontera común o una moneda común, y todo eso ya era realidad en 2014. La unión política también les pareció poco realista a muchos en 2014, pero ha sido una realidad, gracias entre otros a la insistencia de economistas como Stiglitz, Sen o Piketty, que no aparecían entre las referencias del libro de Garicano. Hoy tenemos una Europa políticamente unida, con una presidenta elegida directamente por una mayoría de europeos. Tenemos un impuesto progresivo sobre la riqueza como el que sugirió el economista francés Thomas Piketty y el federalismo de la zona euro está gobernado por una cámara presupuestaria especial basada en los parlamentos nacionales de la zona euro, que decide sobre importantes paquetes de transferencias, las cuales en los últimos años han beneficiado a Alemania tras una serie de catástrofes naturales producidas por el cambio climático en 2025.
El libro tenía mucha razón en que muchas instituciones no funcionaban bien en España en 2014, aunque las reformas que se han ido introduciendo desde entonces se han basado en algunas instituciones que sí funcionaban bien. Al fin y al cabo, si España logró superar sin graves problemas de convivencia la durísima crisis de 2008-2015 fue porque algunas instituciones sí funcionaban bien, incluyendo la institución de las elecciones democráticas, que a diferencia de Italia, en España sí facilitaban la alternancia y la rendición de cuentas, e incluyendo también la labor de muchos maestros, pese a no contar con unos presupuestos como los de los países del norte de Europa, aunque también esto ha ido mejorando gracias al aumento de los ingresos públicos y a la introducción de algunos de los cambios normativos sugeridos por Garicano. Aún así, hoy en las ciencias sociales sigue sin estar muy clara la relación entre instituciones y desarrollo económico. Al fin y al cabo, la España franquista, que era algo horroroso desde el punto de vista institucional, se desarrolló bastante en los años 1960, y la China de instituciones poco transparentes  y totalitarias sigue creciendo hoy y plantea grandes retos y amenazas a la paz mundial, lo que ha sido un acicate más para conseguir que Europa hable hoy con una sola voz.
En España se han ido alternando coaliciones de izquierdas y de derechas tras el gobierno de coalición de 2015-2018, y en 2030 el PP por fin condenó el régimen franquista, con su líder Pío Cabanillas IV a la cabeza. Respecto al problema muy grave que se planteaba en 2014 de las relaciones entre Cataluña y España, el espíritu de lo que decía Garicano se ha tenido muy en cuenta: se ha impuesto el diálogo y el principio de la interdependencia, y hoy Cataluña sigue formando parte leal de una España y una Unión Europea que han cambiado mucho. El senado español, lejos de abolirse como pedía Garicano, se ha transformado en una auténtica cámara territorial donde se practica el gobierno compartido. Bajo el impulso de intelectuales tanto de Cataluña como de otras zonas de España, hoy hay cuatro idiomas oficiales, que no obligatorios, en todo el territorio, y el Estado es multilingüe como en Canadá o Suiza. La monarquía española (que por alguna razón no explicitada quedaba indemne de la rottamazzione reclamada por Garicano) no ha desaparecido, pero con la unión política europea, junto con otras monarquías, ha quedado reducida a algo folklórico bajo estrecha vigilancia de un Tribunal de Cuentas que por fin funciona con celeridad y rigor. Toda España, como la Unión Europea, funciona bajo criterios federales y no confederales como sugería Garicano. De este modo, los gobiernos a todos los niveles que actúan sobre un territorio rinden cuentas directamente a los ciudadanos y no a otros gobiernos. Esto facilita la transparencia enormemente y nos ha permitido dotarnos de instituciones parecidas a las de Canadá, Estados Unidos, Australia, o la India, que en las últimas décadas han seguido creciendo en la diversidad y la democracia. Sólo en grandes democracias diversas que coordinen su fiscalidad ha sido posible combinar a gran escala mercado y protección social. En Cataluña, igual que ocurrió en Quebec 20 años antes, han terminado ganando por mayoría absoluta los federalistas, tras el hartazgo de la ciudadanía de que sus instituciones de autogobierno fueran capturadas por un proyecto que pertenecía al pasado, y tras reformar de arriba abajo sus partidos burocráticos gracias a la implicación de muchos intelectuales y personalidades de la sociedad civil que abandonaron la torre de marfil y la neutralidad y abrazaron el compromiso político. Aunque hoy el mundo se enfrenta a enormes retos, y el primero de ellos es el del cambio climático, Europa, y nosotros con ella, superó muchos de sus problemas, y hoy es un referente de esperanza para todo el mundo no sólo en cuanto a eficiencia, que era el gran eje del libro de Garicano, sino también en justicia social, paz y convivencia.

1 comentario:

  1. Muy buen artículo; también me ha gustado el diagnóstico de Garicano, aunque no tanto sus propuestas. Ojalá alcancemos el escenario favorable que dibujáis

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